Nuestros hijos, nuestros maestros
Los hijos nos permiten ver aquellos aspectos de nosotros que tenemos a nivel inconsciente y que tenemos que mejorar. Gracias a ellos, cuando les ayudamos, nos ayudamos a nosotros mismos, sanando así aquellos pensamientos, creencias o patrones de comportamiento que nos causaban malestar y angustia.
Un ejemplo sería el caso de una adolescente que presentaba un trastorno de conducta por exaltación de carácter grave -con gritos, insultos, amenazas y golpes-. En este caso el epicentro del problema radicaba en la relación entre la joven y su madre. Cuando la madre toma consciencia de que la hija le estaba sacando de su zona de confort y que la estaba obligando a exponerse como una madre no perfecta, con fallos, perdida e incapaz de controlar la situación, todo toma otra forma y otro rumbo.